En consecuencia no valen los “paraguas de la soberanía” ni la “seducción de los kelpers”, solo sirve seguir insistiendo que las Islas son Argentinas, en todos los foros diplomáticos, hasta que el mundo – y sobre todo los británicos- comprenda, que estas islas son y serán parte de nuestra historia y de nuestra patria, regada con la sangre de los argentinos que allá quedaron en 1833 y 1982.