EL PADRE CRESPI Y LA CUEVA DE LOS TAYOS

La historia del Padre Crespi es una de las más enigmáticas jamás contada: una civilización desconocida, increíbles artefactos, una enorme cantidad de símbolos escritos en planchas de oro pertenecientes a una lengua desconocida y representaciones extrañas que conectan a la América precolombina con los antiguos Sumerios.

El Padre Crespi fue poseedor durante décadas de fabulosas piezas arqueológicas que datan de un tiempo desconocido, muchas de ellas talladas en oro.

Su historia fue enigmática; sus objetos provenientes de una civilización desconocida, que indicarían una conexión entre las culturas de la América precolombina con la antigua civilización Sumeria.

¿Quién fue el Padre Carlos Crespi?

Carlos Crespi Croci (conocido como el apóstol de los pobres) fue un sacerdote salesiano misionero que vivió en la pequeña ciudad de Cuenca (Ecuador), durante más de 50 años, dedicando su vida al culto y a las obras de caridad.

Nació en Legnano, norte de Italia, en el año 1891. Antes de convertirse a sacerdote de la orden salesiana, estudio Antropología en la ciudad de Milán.  En el año 1923 fue asignado a la ciudad de Cuenca, siendo el sacerdote de la Iglesia de María Auxiliadora en donde trabajó e inculcó la fe cristiana a los indígenas del lugar.

El sacerdote desarrollo diversidad de talentos, fue educador, antropólogo, botánico, artista, explorador, creó un orfanato, y daba comida y dinero a los indios del lugar, de quienes se ganó su respeto y cariño.

El museo del Padre Crespi

Crespi pudo forjar con los indios del lugar una relación estrecha, tal es así que fue aceptado como un amigo. Como reconocimiento a su ayuda y gratitud los indígenas le donaron cientos de piezas arqueológicas de un tiempo desconocido. Es así que con el correr de los años Crespi llegó a albergar más de 50.000 piezas únicas.

Gran cantidad de los objetos que poseía el padre Crespi, fueron recuperados por los indígenas de una cueva, que posteriormente se dio a conocer como: la Cueva de los Tayos.

Esta cueva se encuentra a unos 800 metros sobre el nivel del mar, fue llamado Tayos, debido a las aves que viven en su interior y que son casi ciegas.

Finalmente, después de varios intentos fallidos, el Vaticano le dio el permiso de abrir un pequeño museo, llamado “Museo Escuela Salesiana de Cuenca”. El mismo creció y creció de manera indefinida, hasta convertirse en el año 1960 en uno de los museos más importantes de Ecuador y el Padre Crespi fue reconocido como una autoridad Arqueológica del lugar.

Hasta el año 1962, este museo era considerado el más grande de Ecuador. Pero un misterioso incendio destruyó por completo la estructura construida con mucho esfuerzo, lo que ocasionó que muchos de los hallazgos se perdieran para siempre.

El Padre, pudo salvar algunas piezas, que fueron guardadas en un lugar que solo él conocía.

En año 1969, Juan Moricz, exploro la Cueva de los Tayos, encontrando muchas piezas y láminas de oro. Luego en el año 1972, fue Erik Von Daniken, escritor sueco, el que difundió de manera casi masiva la noticia del descubrimiento de Moricz.

Carlo Crespi, confirmó a varios investigadores, que la Cueva de los Tayos era insondable y que los miles de ramificaciones subterráneas no eran naturales, sino más bien hecho por el hombre en el pasado.

Según Crespi la mayoría de los hallazgos que los nativos le entregaron provenía de una gran pirámide subterránea, ubicada en un lugar secreto.

Una visita al museo del Padre Crespi

El siguiente relato está basado en la bibliografía de: J. Golden Barton The Lost Gold of Ancient Ecuador, Ancient American Vol. 4 Number 25, 1998

En lo alto de los Andes ecuatorianos se encuentra una bella y tranquila ciudad, con techos de tejas españolas y gastados adoquines que forman sus calles. La ciudad de Cuenca.

Los indios del lugar hablan la lengua quechua, al igual que sus antepasados que vieron salir el sol sobre el Amazonas cientos de años atrás.

Algunos hombres de la tribu, llevan su cabello unido en una larga trenza que cae sobre sus espaldas, por debajo de un sombrero panameño que apenas tapa sus ojos.

Hombres, mujeres y niños, se visten con las mismas tonalidades marrones, mimetizándose con la tierra del lugar, dando un toque lumínico a su vestimenta con bordes brillantes color trim.

A muy pocas cuadras del centro de la aldea, se divisa una construcción, el “Colegio Salesino”, donde niños provenientes de familias prósperas asisten a la escuela secundaria. Sus aulas austeras muestran la arcilla y terrazo de las paredes.

Entrando por una puerta lateral, accedemos a un patio rectangular al aire libre. En frente unas imponentes puertas señoriales, talladas a mano, se entreabren dándonos acceso a una cámara privada. Tan solo unos segundos después, un hombre barbudo de aspecto monacal y una sonrisa benigna se presentó ante nosotros y se fundió en un abrazo al Dr. Cheeseman.

Si bien su aspecto era octogenario, con paso lento y mano temblorosa, parecía poseer buena salud. Habíamos oído hablar que estaba senil, pero su comportamiento personal solo irradiaba completa capacidad mental.

EL padre Crespi, es poseedor de una controversia arqueológica única, que ha desconcertado a todo el mundo.

Breves instantes después nos llevó a un patio interior de la escuela, donde viejas puertas de maderas estilo españolas se disponían una contiguas de otras.

Obviamente no estábamos preparados para lo que vendría. El sacerdote tomó entre sus manos una gran llave que colgaba de su cinturón trenzado. Luego dio unos pasos hacia una puerta de madera oscura, introdujo la gran llave, le dio vuelta empleando un poco de fuerza, abrió la puerta y desapareció junto a su ayudante en la penumbra del cuarto oscuro.

Ambos reaparecieron nuevamente con un gran pedazo de metal que había sido moldeado y tallado sobre una de sus caras. Parecía ser de oro.

Con mucho esfuerzo, y levantando la lámina apenas del suelo, la apoyaron sobre la pared lateral de estuco. La lámina parecía tener algo más de 60 centímetros de alto por 20 centímetros de ancho.

Estiré mi mano temblorosa hacia el objeto, llegando a tocar una cubierta oscura, como si hubiera sido pintada. Al principio pensé que estaba realizada en plomo, porque era suave y blanda. Pero entonces la uña de mi dedo fue rasgando poco a poco el cuerpo de la figura dando lugar a un brillo amarillo puro. Sin duda el paño era de oro.

Nuestras cámaras comenzaron a hacer clic. EL padre Crespi habló con mucha emoción, apenas parando para respirar. Fue por varios minutos nuestro instructor entusiasta, mostrándonos cada nueva pieza desde la penumbra de aquella habitación.

¿Qué otra maravilla podía contener su negra bóveda?

Los ágiles dedos del viejo sacerdote, unieron los extremos de dos cables eléctricos e inmediatamente se reveló el resplandor de un globo incandescente. Rayos de oro, plata y bronce se hacían notar por todas partes. Apilados cientos de objetos guardaban su postura ancestral.  La habitación parecía estar sobrecargada con los tesoros de una antigüedad desconocida.

Todo estaba repleto de artefactos extraños, muchos labrados en metales preciosos. Más intrigantes resultaban las placas de bronce, latón y oro. Algunas tenían extrañas inscripciones y símbolos jeroglíficos. Otros estaban repletos de grabados de animales: elefantes, jaguares, serpientes y fieras de todo tipo.

“Todo lo que los indios me trajeron de la cueva se remonta a la antigüedad, mucho antes de Cristo. La mayoría de los símbolos y algunas representaciones datan de épocas anteriores al diluvio.”

Pocos viajeros sabían de la colección del Padre Crespi. La gran pregunta que nos surge es cuando y como los indios locales encuentran estas reliquias majestuosas. La respuesta es realmente simple, los tesoros se encuentran en las cuevas y cámaras subterráneas ubicadas en la selva. Hay más de 200 kilómetros de túneles. Se extienden desde aquí, hasta las tierras bajas orientales del Amazonas.

Dos años después de nuestra visita al sacerdote bondadoso, tuve la oportunidad de volver a Cuenca. Esta vez, fuimos recibidos por un joven sacerdote, quien nos informó que el Padre Carlos Crespi había fallecido en enero de 1982 y su colección ya no estaba disponible.

A pesar de mis esfuerzos por convencerlo de que habíamos viajado miles de kilómetros para llegar aquí, las órdenes para el joven eran claras. Los artefactos no podían ser mostrados, orden del Vaticano. El tesoro del Padre Crespi desapareció, se esfumó, algunos dicen que fue enviado al Vaticano.

Objetos auténticos o falsificaciones

Hallazgos del Padre Crespi fueron analizados por reconocidos arqueólogos, como ser el profesor Miloslav Stingi, miembro de la academia de ciencias de Praga, quien dijo lo siguiente:

“Las fotos mostradas de los artefactos del Padre Crespi, son originales. En primer lugar, por el simple hecho de que nadie hace falsificaciones en oro y menos de ese tamaño, además el sol es a menudo una parte central de algunos artefactos incas, pero el hombre nunca ha sido equiparado con el sol, como veo en algunos de estos hallazgos. Hay representaciones de hombres con rayos solares que se ramifican desde sus cabezas, y hay hombres representados con puntos, como si fueran estrellas que salen de sí mismos. El símbolo sagrado del poder siempre ha sido la mente, pero en estos descubrimientos la mente o la cabeza se representan simultáneamente como el sol o una estrella.”

Con esta afirmación, Stingi se inclina a argumentar que algunos de los hallazgos de Crespi no tienen una derivación indígena (ya sea andina o amazónica), sino que tienen diferentes orígenes y algunos de ellos pueden ser anteriores a las culturas asirias.

Reflexión Final

Obviamente la desacreditación sobre los artefactos del padre Crespi no tardaron en llegar. Después de su muerte el Vaticano se ocupó de desaparecer todo rastro de su biblioteca y no hablar más del tema.

Si los hallazgos del Padre Crespi eran falsos, porque desaparecieron repentinamente. Cómo puede un cura, con ninguna ambición más que la ayuda a pobladores locales, generar una colección de más de 50.000 piezas falsas.

Muchos arqueólogos convencionales han acusado al Padre Crespi de ser un impostor que hizo pasar planchas de oro como genuinos y los cuales eran simplemente falsificaciones o copias de los artefactos de Oriente Medio.

La sensación que se tiene al investigar la historia del Padre Crespi, es la de un hombre que baso su vida en la fe y en la ayuda al prójimo. No en la de un falsificador de objetos perdidos en la selva.

Sinceramente, creo que la historia oficial es una gran mentira. Todavía aún le enseñan a mi hijo de 12 años que Colón y sus convictos descubrieron América.

Las pruebas de contactos entre las civilizaciones antiguas asirias, Egipto, babilónicas y el continente americano abundan. La cueva de los Tayos y los túneles de Ecuador dan una ferviente verdad sobre ello.

Lamentablemente para algunos la verdad y el conocimiento, hacen pensar a las personas. Hacen que nos preguntemos cosas. Que volvamos a replantear parte de nuestra historia y nos preguntemos sobre el pasado.

Hoy nos dimos cuenta que los “maravillosos” descubridores de América, eran un cúmulo de facinerosos, que solo querían riquezas e imponer sus creencias a base de sangre y violencia.

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