JOSÉ DE SAN MARTÍN Y SU HIJA MERCEDES PARTEN A EUROPA

La lucha no acaba

El Plan Continental se había ejecutado y el poder español en América del Sur caía en Argentina, Chile y Perú. en 1822 José de San Martín tuvo ese ansiado encuentro en Guayaquil con su par revolucionario, Simón Bolivar. José decidió ceder su comando y sus tropas a Bolivar, todavía quedaban pequeños grupos de resistencia realistas por vencer, el correntino sentía que su tarea en esos lares estaba completa.

Mientras tanto en Argentina la tensión estaba al máximo, la organización de la joven nación estaba en disputa. Federales y Unitarios representaban dos formas de pensar al país, la polaridad era tal que las guerras civiles estallaron en todo el territorio. Desde Buenos Aires los pedidos de auxilio no paraban de llegar, le solicitaban a San Martín su regreso para comandar las tropas y reprimir a quien se levante contra Buenos Aires.

Pero José tenía un ideal que no le permitía hacer tal cosa. Ante una de las tantas solicitadas el respondió «el General jamás desenvainaría su espada para combatir a sus paisanos». Dejando en claro que no se involucraría en una guerra civil, su futuro quedó marcado. Los enemigos políticos y los rencores se sumaban a medida que el tiempo pasaba, San Martín sabía que no tendría paz en su propia tierra. Y con la noticia de que su esposa había muerto, tenía una tarea más importante, su hija.

El deber más importante

Con el mando cedido a Bolivar, San Martín emprende su regreso al país. Primero Chile, luego Mendoza y después Buenos Aires. Pero su vuelta estuvo marcada por la tragedia, su esposa Remedios había fallecido el 3 de agosto de 1823, tras padecer de una tuberculosis que la afectaba desde hace tiempo.

Cuando San Martín cumplía funciones de gobernador en Cuyo, Remedios enfermó. Su esposo estaba preparando todo para partir a Chile a través de Los Andes, así que se decidió que lo mejor era que Remedios vuelva a Buenos Aires, donde sus padres.

El retorno comenzó en marzo de 1819, su estado era tal que en la caravana llevaban un ataúd por si ella moría en el viaje. El mismo general Belgrano solicitó custodiar el traslado de la esposa de su amigo. La escolta fue encabezada por José María Paz hasta Rosario, para protegerla de las bandas que asolaban la zona.

Cuando San Martín llegó a Buenos Aires su esposa había fallecido unos meses atrás, por lo que nunca se pudo despedir de ella. Ahora él buscaría otra vida, el deber más importante como padre, donde su hija pudiera vivir y crecer en paz. Así comenzaba un exilio que lo alejaba de la tierra por la que peleó.

En busca del hogar

El 10 de febrero de 1824, partía desde el puerto de Buenos Aires hacia Francia, para desembarcar en Havre. Pero su condiciòn de Revolucionario no era bien vista en una Francia donde los Borbones de la restauración buscaban adoctrinar a todos sus ciudadanos. Tras un breve impasse con las autoridades francesas, continúa su viaje a Inglaterra donde José instala a Merceditas en un internado de monjas.

Pasado un tiempo se trasladan a Bélgica donde vive en las afueras de Bruselas, con su hermano Justo y Merceditas. Tiene un pequeño jardín, un taller de carpintería. Escribe las “máximas”, y le hacen una medalla.

La nostalgia puede más. En noviembre de 1828 viaja a Inglaterra y allí se embarca de regreso a Buenos Aires, con nombre falso, pero al llegar el barco a puerto, todos ya saben quién es «José Matorras». Lo reciben los anónimos, las calumnias e ingratitudes y la inminente guerra civil. No baja del barco, ni pisa su tierra. Desde el río, será su adiós para siempre. Regresa a Bélgica, y a los aprietos económicos.

En Bruselas estalla una revolución: le ofrecerán comandarla. Prefiere ir Francia. En 1830 caen los Borbones. Por fin, con «Luis Felipe Igualdad», San Martín puede instalarse en París. En este lugar pasaría sus últimos años acompañado por su hija, y nietas. La búsqueda de San Martín era una vida diferente para su hija, quizás la recompensa después tanta lucha y sangre en pos de la una Sudamérica libre no era un pedazo de tierra, sino una familia. Su hija y sus nietas eran todo lo que José necesitaba en aquella casa en Francia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *